La incertidumbre es morbosa y divertida.

La incertidumbre es morbosa y divertida, pero no se puede vivir siempre con ella, llegas a un punto en que el morbo y la diversión se esfuman, desaparecen. Llegas al punto en el que te frenas en seco, miras a tu alrededor, piensas y buscas detrás de ella. Llegas a ese dichoso punto en el que te haces preguntas y no consigues sacar de tu cabeza.

Y entonces… ¿ahora qué? ¿A dónde nos lleva todo esto? ¿Es el momento? ¿Merece la pena arriesgar? 

Llegas al punto en el que no encuentras tan ansiadas respuestas. Llegas al punto en el que el miedo se añade a la ya existente incertidumbre y cuando llegas a tal punto es cuando te das cuenta de que la realidad ha llegado de repente, sin avisar, sin pedir permiso. Es cuando te das cuenta que al lado de dicha incertidumbre has sido feliz y no te ha importado lo demás y entonces sonríes, pero el miedo y la incertidumbre siguen presentes.